Leona Vicario, heroína y espía en la guerra de Independencia

Heroína en un mundo de hombres

En el año de 1925, los restos óseos de los héroes de la gesta que dio origen a México, fueron depositados en urnas en la Columna de la Independencia, que había sido inaugurada por el presidente Porfirio Díaz en septiembre de 1910. Llama la atención que se decidió reunir en este monumento los restos de 14 luchadores de la Independencia, entre los cuales figura una sola mujer: Leona Vicario.

También es importante considerar que casi todos los héroes homenajeados en este monumento nacional –como Hidalgo, Morelos, Mariano Matamoros y tantos más- murieron en forma trágica y sólo cuatro de ellos lograron sobrevivir a los avatares políticos. Tal es caso de nuestra heroína, quien logró sobrevivir a la lucha armada y vivir muchos años más, y quien llegaría a ser considerada como heroína de México, a pesar de que nunca disparó un arma en defensa de la causa. Fue en cambio, una muy valiosa colaboradora que puso sus recursos económicos, su inteligencia y su integridad al servicio de la causa independentista.


Huérfana y revolucionaria

María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador, nació un 10 de abril de 1789 en la ciudad de México, en el mismo año en que estalló la célebre revolución en Francia. Leona era hija de doña Camila Fernández de San Salvador y Montiel, y del español Gaspar Martín Vicario, quien había sido Regidor Honorario de la Ciudad de México, Familiar del Santo Oficio de la Inquisición y Cónsul del Tribunal de Mercaderes, entre otros cargos.

Cuando tenía apenas 18 años de edad murieron sus padres, quedando como heredera de la cuantiosa fortuna familiar, que era administrada por su tío don Agustín Pomposo Fernández.

Desde muy joven, Leona fue testigo de los graves conflictos políticos que aquejaban a la Nueva España. En septiembre de 1808 el virrey José de Iturrigaray, acusado de impulsar la independencia de la Nueva España, fue depuesto por una revuelta de españoles radicados en la Ciudad de México, en tanto que el Coronel Octaviano Obregón, quien era el prometido de Leona, fue obligado a exiliarse en España por haber respaldado al mencionado virrey.


Sin disparar un solo tiro

Al estallar la rebelión que encabezaba el cura Miguel Hidalgo, Leona decidió sumarse a la lucha, pero en lugar de empuñar las armas, apoyaría al movimiento de formas diversas. Una de ellas sería la de convencer a todos aquellos que fuera posible de sumarse a los ejércitos de Hidalgo o de Morelos, para lo cual ella se encargaría de proveerles armas y uniformes y de conseguirles los medios para que pudieran trasladarse a donde se encontraban las fuerzas insurgentes. Para sufragar los gastos que se presentaran, la joven Leona recurría a su propio dinero, además de poner a la venta cubiertos de plata, pinturas, esculturas, tapices y todo tipo de objetos de ornato de su propia casa.

Las narraciones de la época mencionan que una de las grandes contribuciones de la joven insurgente, fue convencer a un grupo de experimentados armeros vizcaínos para que fabricaran rifles y artillería para los ejércitos insurgentes.

Aprovechando los contactos que tenía, en atención a que su padre había sido un distinguido miembro de la élite de la Nueva España, la joven Leona llevó a cabo una temeraria labor de espionaje, obteniendo información sobre planes y estrategias del gobierno virreinal para combatir la insurgencia, información que le era entregada a las fuerzas insurgentes para que estuvieran en mejores posibilidades de enfrentarse a los ejércitos realistas.

Como era de esperarse, las autoridades virreinales pronto se percataron de las actividades clandestinas que llevaba a cabo Leona en apoyo a la insurgencia. Y en estas condiciones, su tío y protector, Agustín Pomposo Fernández la entregó a las autoridades, por lo que fue recluida en calidad de prisionera, en el Convento de Belén.


Leona y Andrés en apoyo a Morelos

Después de algunos meses de reclusión, un pequeño grupo de insurgentes irrumpió en este convento, liberando a Leona, para conducirla a la ciudad de Oaxaca.

Toda vez que las autoridades virreinales vigilaban los caminos para evitar que Leona saliera de la ciudad de México, la joven Vicario tuvo que viajar con un grupo de arrieros que transportaban frutas y legumbres, disfrazada y maquillada como africana. Tras muchos días de viaje, Leona logró llegar a la ciudad de Oaxaca, en donde la esperaba con ansia su novio, el periodista Andrés Quintana Roo, quien colaboraba activamente con el dirigente de la insurgencia José María Morelos, redactando documentos como la Constitución del Congreso de Chilpancingo. Fueron aquellos momentos gloriosos y esperanzadores para Leona y Andrés Quintana Roo y para el movimiento que encabezaba Morelos.

Sin embargo, a finales de 1813, asediados por los ejércitos virreinales, las fuerzas de Morelos fueron derrotadas en Valladolid, en tanto que Andrés y Leona tuvieron que emprender la huida. Durante varios años, recorrieron bosques, valles y montañas, evitando ser aprehendidos por los soldados realistas, sufriendo hambre y privaciones, sin encontrar un lugar seguro para establecerse.


Parir en una cueva

Era tal lo difícil de su situación, que el 3 de enero de 1817, Leona dio luz a su hija Genoveva, en el interior de una cueva.

Por algún tiempo se establecieron en una choza en la barranca de Tlatlaya, cercana a la población de Sultepec, ubicado en el actual estado de México, en donde sobrevivían cultivando maíz y legumbres, que les permitía procurarse un alimento, que siempre era insuficiente.

A principios de 1818, al aproximarse las tropas realistas, Leona y Andrés se vieron obligados a aceptar el indulto, aunque no consiguieron que les fueran devueltas sus propiedades y sus bienes.

En septiembre de 1821, con la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México, México logró su independencia. Quintan Roo volvió a desempeñarse como legislador y funcionario público y Leona consiguió que le fueran devueltos sus bienes y le fuera asignada la propiedad de una hacienda pulquera y ganadera en los llanos de Apan.


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El regreso

En las siguientes dos décadas, esta temeraria mujer que había arriesgado su vida realizando peligrosas tareas en apoyo a la insurgencia y que había vivido durante años en la miseria dispuesta a defender sus convicciones libertarias, dedicó su vida a administrar su hacienda, a atender a su marido que siempre ocupó puestos importantes en los gobiernos republicanos y a criar a sus dos hijas.

Es decir, la heroína revolucionaria logró recuperar su vida familiar y sus anhelos personales, convencida de que había cumplido con su misión para con su país.

En tiempos recientes, el gobierno de México decidió constituir un Paseo de las Heroínas en la avenida Reforma, colocando las estatuas de 12 mujeres que contribuyeron en forma heroica a la creación de la nación mexicana. Para ello, escogieron a Leona Vicario como la primera en ser homenajeada en dicho paseo.

Te recomendamos leer:

Leona. Celia del Palacio. Editorial Santillana. 2010.
Novela histórica que narra la vida y las audaces acciones que emprendió Leona Vicario en apoyo a los luchadores de la Independencia.